El título del artículo
es absolutamente intercambiable por "El Universo Cinematográfico
de Marvel es lo peor que le ha pasado al cine moderno". Sin
embargo, he preferido dejarlo así para que os escuezan más esas almorranas
rosaditas e inflamadas que os orbitan el ano.
Así es, amigos: la
fatídica dinámica iniciada por Iron Man (Jon Favreau, 2008) constituye el
estigma más sangrante y perjudicial (a largo plazo) del cine comercial de
nuestros días (ojo: cine que, pese a lo que puedan creer algunos, engloba la
práctica totalidad de mis cintas preferidas). Por qué digo esto, os
preguntaréis. La respuesta no es sencilla, pues la mera existencia de este
masivo "universo cinematográfico" repercute profundamente en muchas
facetas trascendentales de la industria cinematográfica.
No hace falta que me
extienda mucho explicando en qué consiste el llamado "universo
cinematográfico Marvel". En cualquier caso, mi amiga wikipedia me tomará
el relevo brevemente para disipar las dudas de los más rezagados:
El universo
Marvel fue creado para que todas las películas compartan un mismo universo
ficticio que es descrito en cada película desde el punto de vista de los
superhéroes que las protagonizan (...) En el universo compartido resultante se
cruzan varios argumentos y personajes. Básicamente todas las películas lanzadas
y por lanzarse se entrelazan para crear un universo lleno de superhéroes y
amenazas.
Si esto, a
priori, te parece una buena idea, permíteme decirte lo terriblemente equivocado
que estás. Es, ni más ni menos, el criticado fenómeno de lanzamientos anuales visto en videojuegos (Ubisoft, Activision) trasvasado a nuestro amado medio cinematográfico. Que
sí, que en diez años esta política va a haber generado un coñocillón de
dólares. Eso sí, a costa de prostituir un género (el de los superhéroes) hasta
llevarlo al borde de la extinción, dejando a su paso una industria
irremediablemente lisiada en su componente creativo.
Sin más preámbulos, puesto que todos amamos las listas y yo hoy ando algo flojo para redactar debidamente, procedo a enumerar tres de las muchas razones por las que esta estrategia comercial es un cáncer para nuestro cine.
1. La política del "más es mejor".
Es justo colocar este punto en primer lugar, ya que es la roca madre sobre la que se erige este enorme imperio de capas rojas, robots vengativos, mallas ajustadas y bíceps hipertrofiados. Todo parte de la misma premisa: si el público quiere cinco películas anuales de sus héroes favoritos (quien dice cinco dice el triple), se las vamos a dar. Es decir, ¿por qué no? Tenemos la tecnología digital necesaria para producir una cinta de este calibre sin tan siquiera poner un pie fuera del estudio; podemos hacerlas como rosquillas. "¡Poned al marido de la Pataky frente a este croma verde, a ver si puede dar unos cuantos martillazos al aire! ¡Ya está, ya tenemos veinte minutos de clímax final! ¡A casa todo el mundo!"
Así, escrito, puede parecer ridículo; pero lo cierto es que tal parodia no está para nada alejada de la situación real. El trabajo que antes podía suponer dos años de duro trabajo, hoy día se traduce en seis meses de animación digital en una oficina. De ahí que tengamos películas como rosquillas, la mayoría de ellas abotargadas con los peores vicios y excesos visuales de nuestra era.
Siempre había oído la famosa frasecilla: "más no es mejor", y a menudo la he tenido presente. Pero no fue hasta el visionado de "The Avengers: Age of Ultron" (2015) que me percaté del verdadero significado de aquellas palabras. Menudo desastre; ahí ya estaba todo visto. La misma historia, los mismos personajes, mismos conflictos... Por no hablar de las escenas de acción absolutamente carentes de profundidad dramática o, como mínimo, interés estético.
Prueba a comer tu plato favorito todos los días (para desayunar, almorzar y cenar), hasta que llegue un día y te den lo mismo, pero triplicado. El empache resultante vendría a ser bastante similar al que he experimentado con esta película. Peor, incluso, ya que ninguna de estas producciones es, precisamente, mi plato cinematográfico preferido.
2. Di "NO" al cine de comité.
Una de las consecuencias más trágicas de este auge de los "universos cinematográficos" es la agravación de un problema que ha venido dándose desde hace mucho tiempo: la desaparición de la figura del director como sello de identidad de la película. De este modo, el cineasta de turno queda relegado al papel de un mero ejecutor de los designios de un comité desalmado (aunque extremadamente eficiente a la hora de hacer realidad fílmica los mejores sueños húmedos de millones de adolescentes virginales).
El problema de este cine es que carece de genuinidad, puesto que su director se ha visto creativamente castrado durante la producción. "¿Para qué correr riesgos? Nuestro público no quiere cambios. Es más; a nuestro público le aterran los cambios. Permitir que nuestro director de turno imprima su visión cinematográfica en tal película es ir demasiado lejos."
Gracias a esta mentalidad, podemos gozar del puñado de producciones fílmicas menos inspiradas y vacías de los últimos tiempos. Hablo de la parte cinematográfica, claro. Pero incluso el componente CGI, a pesar de ser notablemente más vistoso que su contraparte filmada, está desprovisto de todo atisbo de singularidad creativa.
Si algo puedo aplaudir de algunos de los grandes directores comerciales de la era (Steven Spielberg, Zack Snyder, Christopher Nolan, Guillermo del Toro...) es que, a pesar del carácter palomitero de sus cintas, sus estilos son fácilmente identificables. Uno de los elementos más hermosos del cine es poder observar el mundo a través de la mirada cinematográfica de otra persona. En el universo cinematográfico de Marvel, eso es historia.
3. Es un fenómeno contagioso.
Éste en concreto me hierve la sangre más de lo normal. Lejos de evitar esta dinámica a toda costa, los otros estudios se han descoñado, casi literalmente, para ser los siguientes en lanzar sus propios universos cinematográficos. En muchos casos, recurriendo a franquicias que adoro en lo más profundo de mi ser, como es el caso de la nueva "Star Wars", que contará con una infame progenie de spin-offs que nadie ha pedido jamás y que, sin duda, restará singularidad a la trilogía principal.
DC, que para mí es a Marvel lo que un bistec de ternera es a un mcflurry de nocilla y que además cuenta entre sus filas con mis dos justicieros favoritos (Batman, y en menor medida Superman), también se ha subido a este humeante carro de estiércol. Tendremos películas de "Justice League", "Aquaman", "Wonderwoman", "Suicide Squad", y un doloroso etcétera que crecerá con el paso de los años.
En momentos como éste, doy las gracias a los herederos de J.R.R. Tolkien por no vender los derechos de "El Silmarilion". Lo único que me faltaba tras el descuerno que ha sido la trilogía de "El Hobbit" es ver un universo cinematográfico basado en la Tierra Media.
Esto último me ha dado una idea; ya sé sobre qué película despotricar en mi próxima entrada.